Jaime Bonet fue un fuego que arde, que quema y que rápidamente se esparce. Contagiaba naturalmente el fuego que llevaba por dentro, despertando en aquellos que le escuchaban el deseo de entrar en el corazón ardiente de Dios. Podríamos describir a Jaime como la "Zarza Ardiendo" que atrajo a Moisés, en el libro del éxodo, capítulo 3:
¿Cómo es posible que en medio del desierto una zarza ardíera sin consumirse? Era tal el atractivo de este acontecimiento, que el entonces futuro líder del pueblo de Israel se acercó tanto, que pudo escuchar la voz de Dios.
Fue un hombre muy sencillo, pedía ser llamado simplemente "Jaime" . Era como esa zarza que a ojos humanos podría parecer un arbusto espinoso, pero su relación tan íntima con Dios que empezó a sus 14 años, le consumía por dentro, como ese fuego aprisionado en los huesos que no se podía Apagar,
como bien lo describe el profeta Jeremías
(cf Jr. 20, 9).
Él veía en cada persona aún Moisés en búsqueda, donde otros verían un pecador, él encontraba a un futuro líder para guiar al pueblo de Dios. Por lo tanto, su urgencia misionera y su capacidad para confiar en los demás, le hizo rodearse de líderes, personas de todas las edades razas y culturas que captaron la urgencia de Dios a través de ese mismo fuego seductor recibido por el contacto con la palabra y el deseo de predicarla. Y así fue Cómo creció rápidamente el Verbum Dei obra que Dios puso en sus manos.
Como fuego que era, en ocasiones llegó a parecer impetuoso e impulsivo, pero la sed por llevar el amor del padre a todos sus hijos, lo consumía por dentro :"Me apasiona brindar el evangelio vivo, crudo, al natural, a esos grupos de juventud inquieta y rebelde, insatisfecha e conformista, que protesta y se encara, con todo, paraque pueda empuñar la espada de la verdad."
¿Cuál es el secreto de este fuego que le devoraba y le daba esa urgencia misionera constante? El mismo Jaime lo Explica en una de sus cartas escritas en 1995:
"La mirada afectiva y efectiva de la Trinidad, más allá de toda intuición humana, se concentra en nosotros como toda luz y calor del Sol en un pequeño espejo, sin velos ni interferencias, ni disimulo alguno, en sincera y efectiva pobreza, castidad y obediencia "arde en nuestro corazón y prende en nuestros huesos".
Es el fuego que vino a prender Cristo como llama devoradora, hambrienta de abrazar y abrasar la tierra.Es la hoguera de amor que ansía y necesita nuestra afectividad para nutrir y conformar en Cristo nuestra vocación y misión.
Es el Hogar que cada uno de nosotros está llamado a engendrar, transformar y multiplicar.
Es la razón y el fruto propio, normal, diario, de nuestra oración transformante y generadora de vida. " Jaime Bonet.